Jámblico y el Conocimiento

Jámblico, para los que no lo conozcáis, fue un neoplatónico nacido en Calcis, en la Isla de Eubea,  murió allá por el año 330.
Para situarlo mejor, diremos que acabó siendo discípulo de Porfirio. Escribió numerosas obras, de las cuales solo nos quedan 
fragmentos, relacionadas con diversos temas, pero destaca un tema central muy concreto los Misterios de Egipto.

Jámblico, transmite enseñanzas, de "los antiguos", enseñanzas que encerraban el secreto que los sacerdotes egipcios 
habían transmitido de unos a otros, debidamente preparados mediante ritos e iniciaciones.

Es un auténtico transmisor de las enseñanzas en lo que se refiere a Dios, al intelecto y a la Teurgia. Una Teurgia, mal entendida
por algunos como Aleister Crowley . concretamente Jámblico decía : " Dios es ese fuego supraceleste que saca su claridad de sí 
mismo, que no ha nacido, que es incorpóreo, inmaterial".  … El intelecto la chispa divina en el hombre cuyo despertar permite su 
regeneración,  esa chispa es lo que en nosotros es Divino, inteligente y uno….o si prefieres llamarlo así, inteligible, se despierta 
entonces manifestandose en la oración; despertandose este elemento puro aspira superiormente al elemento semejante y se une 
a la perfección en sí, "

Para los egipcios, la creación, la naturaleza o el mundo de las apariencias no son sino símbolos de otra realidad, así como sus 
propios jeroglíficos y su mitología se refieren también a ella, pudiéndose confundir , como hace el profano…..

De esta forma Jámblico muestra en sus textos como existen diferencias en la vida psíquica y la intelectual, entre la naturaleza y la vida natural, Estando el plano intelectual por encima del psíquico y la fatalidad o el destino actual sobre el natural.

Resumiendo y dándole un poco de luz a estos pequeños esbozos de toda la obra de Jámblico, distinguimos un Dios Inefable, por encima de todas las cosas y a la vez en todas, y por debajo distintas creaciones, etc… encontrando un camino de regeneración hacía él a través, del intelecto, no un intelecto, de razonamientos y procesos lógicos sino más bien, un intelecto con Conocimiento.

Dejamos la famosa carta del Destino de Jámblico a  Macedonio.

CARTA DE JÁMBLICO A MACEDONIO SOBRE EL DESTINO 


Todos los seres deben al Uno su existencia, porque el Ser primero deriva 
inmediatamente del Uno. Una razón mayor es que las causas universales deben al Uno 
su poder efectivo, y están contenidas en una cadena que se eleva al principio que es 
anterior a lo múltiple. De este modo, como las causas que constituyen la Naturaleza son 
múltiples porque pertenecen a géneros distintos y dependientes de varios principios, lo 
múltiple depende una Causa única y universal, todas las cosas están encadenadas juntas 
por una sola conexión y la conexión de las causas múltiples se remonta a la acción única 
de la Causa universal. Esta concatenación única es confusa debido a la multiplicidad de 
los seres. No produce una unión distinta del enlace que tienen las cosas y no penetra en 
los individuos; sin embargo, por la conexión única de las causas, conexión que 
constituye el orden supremo, esta concatenación única produce y une a todas las cosas 
en sí misma y las reduce uniformemente a sí misma. Se puede definir el Destino como 
el orden único que contiene todos los órdenes a la vez. 

La esencia del alma es en sí misma inmaterial e incorpórea, inengendrada e 
imperecedera. Posee en sí misma el ser y la vida; es el principio de la naturaleza 
vegetativa y de todos los movimientos del cuerpo. Mientras que el alma permanezca en 
aquello que está en su esencia, tiene en sí una vida libre e independiente. Cuanto se da a 
las cosas engendradas y lo que se subordina al movimiento del universo, está sometido 
al Destino y hecho esclavo de las necesidades físicas. Respecto al acto intelectual, que 
es libre e independiente, hace voluntariamente aquello que es su responsabilidad, y así 
participa realmente de Dios, del bien y de lo Inteligible. 

Debemos aplicarnos a tener una vida intelectual y divina, porque sólo esta libera nuestra 
alma, nos libra de los lazos de la necesidad, nos hace vivir no como hombres, sino como 
dioses y nos inspira el deseo de los bienes que son verdaderamente divinos. 

Para resumir, los movimientos que el Destino produce en el mundo son similares a los 
actos y movimientos inmateriales e intelectuales del mundo inteligible, y el orden del 
Destino muestra la imagen del orden puro e inteligible. Las causas de segundo orden 
dependen de las causas superiores. La multiplicidad de las cosas engendradas se remite 
a la Esencia indivisible, de suerte que todas las cosas que abraza el Destino están 
guiadas por la Providencia Suprema. El destino está unido a la Providencia por su 
propia esencia, de ella toma su existencia y de ella depende. Así es como el principio en 
virtud del cual actuamos está en armonía con los dos principios del universo –el Destino 
y la Providencia-, pero hay en nosotros un impulso de acción (el alma racional) que es 
independiente de la naturaleza y que no está sometido a la influencia del movimiento 
del universo. No está contenida en el movimiento del universo porque no deriva de la 
naturaleza ni de este movimiento; es más antigua y puesto que no nos ha sido dada por 
el universo, es de un orden superior; pero ya que ha dado prestados ciertos aspectos a 
todas las regiones del mundo y a todos los elementos, y que ella se sirve de estos 
aspectos, se incluye a sí misma en el orden del Destino, al cual ella contribuye y asume 
su papel en someterse necesariamente a la influencia. En tanto que el alma contiene en 
sí misma una razón pura, que existe y se mueve por sí misma, que tiene en sí misma el 
principio de sus actos y es perfecta, es independiente de todo lo que la rodea. En tanto 
que produce otras vidas (por las potencias sensitivas y vegetativas) que se inclinan hacia 
la generación y entran en comercio con los cuerpos, se encuentra ligada al orden del 
universo 

Si alguno cree aniquilar el orden introduciendo el Azar y la Fortuna, que aprenda que no 
hay nada en el universo que derogue su orden, y que no hay un caso que no tenga causa, 
que sea indeterminado y fortuito, que provenga de la nada y ocurra por accidente. La 
Fortuna no suprime el orden y el nexo causal, ni la unión de los principios, ni el imperio 
que los primeros principios ejercer sobre todas las cosas. Sería mejor decir que la 
Fortuna es el orden de las cosas superiores y de las demás cosas en tanto que preside los 
eventos que constituyen la causa concomitante, a los que esta es anterior. A veces se 
trata de un Dios y a veces de un demonio. El principio que preside las causas de los 
acontecimientos es un Dios, cuando son causas superiores, y un demonio cuando son 
causas inferiores. Todo tiene una causa y no ocurre nada que esté fuera del orden 
universal. 

Entonces, ¿Por qué no se ejerce aquí abajo la justicia distributiva de Dios? Es una 
impiedad hacer una pregunta semejante, porque los bienes verdaderos no dependen de 
otro principio más que del hombre y de su voluntad. Se ha de reconocer que son los más 
importantes para la voluntad, y que las dudas que el vulgo concibe sobre esto no tienen 
otro origen que su ignorancia. La virtud tiene su recompensa en sí misma. La fortuna no 
podrá rebajar al hombre virtuoso; su grandeza de alma lo pone a salvo de todos los 
acontecimientos. No es en absoluto contrario a la naturaleza: la elevación y la 
perfección del alma bastan para satisfacer lo que hay de mejor en el hombre. Las cosas 
que se tienen como reveses, ejercitan, afirman y aumentan la virtud; sin ellas no es 
posible ser un hombre de mérito. Los hombres virtuosos prefieren la honestidad a todas 
las cosas y hacen consistir el bien únicamente en la perfección de la razón y no buscan 
otro premio. Porque es el alma la que constituye al hombre, y es intelectual e inmortal, 
su mérito, su bien y su fin consisten en la vida divina, y ninguna de las cosas mortales 
puede contribuir a la vida perfecta, ni disminuir su felicidad. En efecto, es la vida 
intelectual la que engendra nuestra felicidad, y ninguna de las cosas intermedias la hará 
aumentar o disminuir. Es un mal que los hombres hablen tanto de la fortuna y de sus 

injustos favores. 

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