El Manto Blanco



Entre los que vinieron a adorar a Dios en la fiesta se encontraban algunos griegos. Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, haciéndole esta petición: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, yendo los dos juntos a decírselo a Jesús. Éste les dirigió entonces estas palabras: "Ha llegado la hora en la que el Hijo del Hombre debe ser glorificado. En verdad, en verdad os digo que, si el grano de trigo que cae en tierra no pasa por la muerte, queda solo; pero si llega a morir, da mucho fruto. Quien ama su vida la perderá, y quien odia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna. ¡Que me siga el que quiera servirme! Y allí donde esté yo mi siervo estará también. Si alguien me sirve, mi Padre lo honrará.

(Juan 12, 20-26) 


Los recuerdos que surgen y refrescan mis sentidos, son tan fuertes que parecen haber sido grabados con un metal al rojo vivo, quemando y dejando marcado mi cuerpo desde aquella noche que tuvo lugar mi segunda venida a este mundo. 

Llevaba ya un tiempo, colaborando y ofreciendo mis servicios a una orden de caballería, por mediación de un tío de mi padre, monje de un monasterio de Cluny, ellos decidieron poner en orden mi vida, viendo la devoción que existía en mi hacia Nuestra Señora y el entusiasmo que ponía en la ayuda y el servicio a los demás, todo ello mezclado con la gran habilidad que tenía con las armas. 

Los primeros días en la encomienda de Tierra Santa, me toco limpiar, limpiar mucho, incluso las cuadras y los caballos, pero pronto calo hondo en el grupo mi actitud y mis habilidades, supongo que también el apellido de mi familia que parecía ser una capa protectora. Al tiempo de hacerme caballero (pues esa era la idea de futuro del nombre de mi familia) me pusieron un escudero nuevo, creo que el más mayor que teníamos en la Encomienda. 

Al principio, el cambio me supo mal, pues no se me había pedido opinión, pero esa era una de las premisas de formar parte de dicha orden, aceptar las órdenes del Maestre. Todo lo nuevo resulta raro al principio, pero en el fondo mi nuevo escudero no era mala gente, y siempre estaba rodeado de los altos caballeros de la orden, como si tuvieran algo que aprender de él; Mi nuevo escudero, parecía tener un semblante diferente, expresión severa, y dulce al mismo tiempo, siempre le perseguía un olor a almizcle, y esas largas barbas blancas y amarillas de los restos de las hierbas que fumaba, cogidas, como él decía, de los bosques de Auvernia, siempre fue un misterio como conseguía mantenerlas frescas en las lejanas tierras de Jerusalém. 

Conforme pasaron los días, la relación con mi escudero fue estrechándose poco a poco, conversaciones largas a la luz de hoguera, fueron dando forma a un nuevo yo que horadaba lo más profundo de mi ser sin darme cuenta, el recipiente corporal que llevamos a cuestas vagando en nuestra primera vida, totalmente ciegos. Tenía que haber servido a caballeros muy importantes pues lo comentarios y los temas que abordábamos no correspondían con una persona de su supuesta casta. 

Me decía: “Debes de entender qué es la Tradición y que tu, vas a pertenecer a ella…”, continuaba dando otra calada a larga pipa que mantenía mágicamente siempre encendida e iluminaba sus pupilas con una centelleante y minúscula luz que parecía bailar en lo más hondo de sus ojos, y continuaba “…la Tradición se encarna y se ha encarnado en distintas personas que tienen distintas funciones en la Vida, todas son importantes todas tienen una misión”. 


A mí, me ilusionaba mucho todo eso, pertenecer a tal estirpe, y formar parte de dicho grupo de personas, esta era una meta que iba creciendo cada día más dentro de mi corazón, pero que sin embargo parecía que desde pequeño esa semilla ya existía dentro de mí, como si hubiese estado predestinado para dicha misión. Chocaba con mi saber de la vida, pues yo ya venía de una familia con escudo de armas, así que, ¿hasta dónde tenía que llegar?, y a que Tradición se refería, pues yo, sino moría en Tierra Santa iba a heredar todo, cuando muriese mi padre. 

Llegue a pensar que la hierbas le hacían decir cosas del demonio, “…la luz, es energía”, me decía “energía que penetra al pensamiento y el pensamiento es un poder, una potencia, que una vez emitido, existe y crea realidades”. Las noches pasaban lentas junto a la hoguera, los días eran largos, pero intensos, aprendía sobre plantas, él era una fuente tremenda de conocimientos para curar heridas y mantener sanos a los caballos, por eso poníamos peces rojos en los abrevaderos donde bebían normalmente los caballos en nuestras cuadras, eso los mantenía sanos. 

“La energía es neutra, es pura, no tiene color; recuerda, la energía alimentará igual una rama de apio que una de opio”, recuerda siempre esto, me decía. Y proseguía diciéndome cuando pasábamos por una zona mugrienta junta a las cuadras, “en el mismo lodo donde residen los terrores, los miedos y las pasiones animales, ahí, puedes encontrar el tesoro que esconde el dragón” 

Un día llego una paloma que traía un mensaje atado a una de sus patas, lo leyó detenidamente y me dijo “mañana vamos a visitar a unos compañeros del camino”. ¿Quiénes serían?. Arena, rocas, todo fue cambiando hasta llegar a un oasis del que hasta ahora nunca había oído hablar. Una gacela y una bubilla jugaban libremente y sin temor a nada, al fondo un grupo de tiendas, algún camello, algún caballo, ¡qué caballos!, ¡qué maravilla de telas, que olores había en esas tiendas de campaña¡, por lo visto se habían acercado a medio camino y habían acampado en círculo, eran Sufis. “Asalam Alaykum” hermano, Ahlan wa Sahlan, le dijeron a mi escudero y el respondió “ Wa Alaykum Salam hermano, marhaba” y pasamos dentro de la tienda más grande. 

Allí, no había suciedad, no había arena, no había bichos, jajaja, incluso los caballos tenían peces rojos en el abrevadero me había enseñado él, todo era extraño y a la vez familiar. 

El Seikhj, era de esos individuos con los que nos sentimos a gusto desde el principio; de gran talla, de gran presencia, perfectamente vestido, distante conmigo en un principio, pero de gran cordialidad. Me miro a los ojos y me dijo “sin duda somos los dos viejos pastores”, y sonriendo continuó: “¿no me reconoces todavía, verdad?, no importa nos volveremos a ver” y se volvió a dirigir a mi escudero, olvidándose de mi completamente. 

Esas palabras golpearon mi pecho fuertemente, un mar de dudas avanzaba y llenaba mi cabeza de ideas, sacudía mi mente, ¿qué había ocurrido?, es que no se había dado cuenta mi escudero, ¿pero de que pastores hablaba?, y porque de repente mi escudero era tratado cual Maestre y yo era abandonado como un perro… 

La conversación era embriagadora, era un placer oírlos; era más que elocuente, hablaba con tal soltura y tal precisión en las palabras, que uno no se cansaba nunca de seguir sus explicaciones. Los detalles, las ideas, todo el conjunto se encadenaba, se reunía, era una trama brillante, una composición perfecta, sobre los muros de los templos, los frisos esculpidos donde rebosan de guerreros, los monstruos, las flores y figuras danzarinas, un conjunto de ideas sobreabundante, que mi cerebro se entumecía en una especie de ensoñación intermitente al intentar ligar y unir todo en una sola idea en el seno de la cual, todo parecía ir velándose antes mis propios ojos, todos los misterios explicables, en todas aquellas iglesias y ermitas en las que había estado tenían cosas escondidas… 

En el camino de vuelta a nuestra encomienda, mi escudero me explico que el saludo “Asalam Aleykum” significaba que él saludaba mi persona y a mis dos ángeles custodios que me acompañan, y que por cierto desde aquel día sigo dándoles las gracias, por las veces que me han protegido en batalla. Por el camino me contaba: “los sufíes dicen que Dios vive en la piedra, vibra en el vegetal, siente en el animal y despierta en el hombre” – “Dios tiene un romance con cada criatura, es una pequeña historia de amor escondida en el jardín secreto de cada corazón, intransferible y única” 

Los encuentros se sucedieron, y los días pasaron irremediablemente, sin darme cuenta, estaba siendo preparado para entrar en el Sancta Santorum, en el Círculo Central, aquel en el muy pocos estaban, cada encuentro con nuestro hermanos sufíes, cada conversación con mi escudero, cada momento con nuestros hermanos caballeros, había ido preparando la entrada a aquel nuevo grupo…, aquella noche comenzaría mi noche oscura, debía estar velando en aquella cripta hasta que un hermano volviese a buscarme y me llevaría hasta el Gran Maestre. 

Fui acompañado hasta la puerta norte del Monasterio al cual estábamos unidos, esa puerta solo se abría en contadas ocasiones, una puerta especial, con un gran peldaño a la entrada, un peldaño diferente, el cual requería de un gran paso con fuerza e inercia, y un gran dintel de piedra que obligaba a agacharse a la vez que te impulsabas para entrar por aquella pequeña puerta, debías de dejar todo fuera, armadura, chaleco, armas, mochila, no se cabía más que prácticamente desnudo, es la puerta para el iniciado. 

El iniciado avanza al interior de un nuevo mundo con un gran paso de decisión y coraje y a la vez, agacha su orgullo, su ego a aquel que lo recibe, su Señor. 

Fui guiado con la cabeza tapada hasta la cripta, en seguida noté la humedad, del lugar al ir bajando los escalones de piedra resbaladiza, y allí me dejaron, frente a un gran sepulcro de piedra, con tres luces encendidas… 

Lo que allí ocurrió solo lo puedo entender yo, pero fue decisivo para la comprensión de lo que venía después, pasaron las horas, no sé si los días, la privación de luz natural, la oscuridad casi completa, la ausencia de todo sonido, te desorientaba completamente, hasta hacerte sentir como un animal moribundo y hundido en los más mugrientos lodos de nuestros sentidos; De repente, perdido en aquellas sombras que las luces de las velas hacían bailar entre el moho de las paredes, oí llegar a un hermano que venía a buscarme, el momento había llegado, me ayudo a salir, y me acompaño a un zona donde entre dos hermano más me asearon y ungieron de un aceite… 

Un aire fresco entró a través del saco que llevaba en la cabeza, iban uno a cada lado mío, como mis ángeles custodios, llevaban armas, pues se oían, en ese momento entré un poco en pánico, pues ahora no sabía verdaderamente, lo que estaba sucediendo… pero que me iban a hacer, que había pasado, para que me habían lavado… 

Nos detuvimos, los segundos se hicieron eternos, y de repente, me quitaron el saco de la cabeza… no veía bien, había estado mucho rato en penumbra… formas groseras, velas, luces de antorchas moviéndose, la vista fue haciéndose poco a poco al lugar, estábamos en la zona del altar, en seguida la reconocí, buscaba una figura conocida, pues me sentía perdido, y a la defensiva, baje mi mano izquierda, buscando el pomo de mi espada, pero no había nada… las siluetas fueron tomando sentido, y mi primer asombro fue encontrar, al Sheikhj, ¿qué hacía allí?, por un momento las dudas me asaltaron y el nerviosismo comenzó a alterarme, no entendía…¿había sido apresado?… ¿era todo un engaño? 

Una voz conocida, me devolvió a la realidad, de frente a mi, en el lugar de honor, esta mi escudero, ¿qué?, imposible, era … era el Gran Maestre, su atuendo, su peto, su cruz, y su espada, lo declaraban como tal… 

Ahora todo, todo encajaba… “Aquí en la piedra de los muertos, donde elevamos y acompañamos a nuestros hermanos difuntos en su momento de paso, hoy estas tu para ser iniciado como Caballero de Dios, dentro del Sancta Santorum, en este lugar especial del templo, debes hincar tu rodilla izquierda en suelo y presentar tus respetos”, este gesto no solo es simbólico sino que tiene una misión física y arquetípica, es el único momento en el un caballero pone su rodilla izquierda en el suelo y no está armado, ya que esta su rodilla derecha al descubierto, sin embargo en esta ocasión el caballero no está armado. Es el momento de recibir la iniciación. 

El Gran Maestre golpea ese punto de la rodilla derecha con el primer tercio de su espada, forjada, por un experto maestro herrero, lo que produce una vibración exacta capaz de penetrar y establecer un compás perfecto que abre el campo etérico del que está siendo iniciado, justo en ese momento, con la cabeza agachada del iniciado, el Gran Maestre, realiza los dos toques uno en cada hombro pidiendo permiso de esta manera a los dos ángeles custodios para realizar tal acción… todo está preparado para ese momento en el que queda reflejado para los entendidos, la imagen del halcón en la cabeza de Horus… (foto) 

La Tradición es una cadena de transmisión vertical de Dios, siempre estuvo discretamente oculta realizando la misión para la que fue creada, hoy lanza destellos cual faro de luz, para aquel que está perdido o busca algo. Podemos recibir nuestro pedacito de manto, pues el manto llega cubrir a todos, recibiendo así la Gracia (Baraka). 

Recuerda están los que no saben y no quieren aprender, están los que no saben, creen que saben y no quieren aprender, también están lo que no saben y tienen necesidad de aprender pero no es su momento y algunos, pocos, tienen necesidad verdadera de conocer y están preparados para Ello, para estos últimos es, esto que te cuento. 

Trois Fontaines 













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